La ‘joint venture’, llamada Wolfratex, está formada por Grupo Egile, Embalan3, Servimasa y Lazpiur, que se ha adaptado en tiempo récord para producir las máquinas. La nueva sede se ubica en el polígono industrial Larramendi de Sprilur en Bergara.
Son cuatro empresas de Gipuzkoa, cada una se dedica a actividades diferentes, pero tienen una amistad hace años y la crisis sanitaria del Covid-19 les ha unido aún más. Lazpiur, el Grupo Egile, Embalan3 y Servimasa se juntaron hace unas semanas para ver cómo podían cooperar para “echar una mano” ante las nuevas necesidades que han surgido y hace una semana cerraron el acuerdo: se constituyó una nueva empresa llamada Wolfratex (el nombre tiene que ver con Bergara, lugar donde se descubrió el wolframio).
La nueva compañía vasca, que se dedica a fabricar mascarillas, comenzará su actividad el 5 de junio y tendrá una capacidad para producir 7 millones de unidades al mes. Dada la demanda que existe en el mercado en estos momentos (no solo local sino a nivel internacional), las expectativas son interesantes.
Ya está en marcha toda la operativa, incluyendo la habilitación de una sala blanca, que se ubica en Bergara, en una propiedad alquilada a Sprilur. En Wolfratex, “cada empresa aporta el conocimiento de su actividad”, explica Ander Aranburu, director general de Lazpiur, que destaca la rapidez con que ha sido posible alcanzar el acuerdo entre todos.
Lazpiur, dos tipos de máquinas
La aportación de Lazpiur también es novedosa, puesto que ha adaptado totalmente su actividad para esta ocasión y ha desarrollado las máquinas que fabricarán mascarillas quirúrgicas y FFP2 -estas últimas de mayor protección, recomendadas para profesionales y personas de colectivos de riesgo en la emergencia sanitaria del coronavirus–.
Si algo ha demostrado esta empresa en sus 106 años de historia es resiliencia. Es decir, una gran capacidad para adaptarse de la mejor manera a los cambios y a las adversidades. Desde su sede en Bergara, empezó como una fábrica de zapatos a principios del siglo XX. Tras la Guerra Civil se dedicó a hacer clavos. Y a partir de los años 60 evolucionó hasta convertirse en una moderna empresa que diseña y fabrica maquinaria de alta tecnología y utillaje de precisión para sectores como la automoción, entre otros.
El origen de esta nueva iniciativa comenzó poco antes de Semana Santa: “En la empresa tenemos una especial sensibilidad con esta crisis sanitaria porque nos ha tocado vivirla muy de cerca en la familia. Pensamos cómo aportar nuestro granito de arena. Y recordamos que en 2002 participamos en un proyecto, que no se llegó a materializar, para hacer una máquina para producir mascarillas”, y continúa explicando Ander Aranburu: “Partiendo de esa experiencia, investigamos qué se está demandando y empezamos a trabajar en unas nuevas máquinas”.
El resultado ha sido dos productos nuevos en su catálogo que, a su vez, suponen una solución ante la escasez de mascarillas para atender la alta demanda, no solo en el sector sanitario sino por toda la población. Lazpiur ha desarrollado dos líneas de producción automatizadas: una que fabrica mascarillas quirúrgicas y otra que produce las FPP2 y FPP3, las que ofrecen máxima protección. Todo, elaborado íntegramente en la planta de Bergara y con certificación CE.
Hasta 120 mascarillas al minuto
La empresa cuenta con una amplia experiencia en el ámbito industrial, al dedicar más del 70% de su producción al mercado internacional (llega a 25 países). Gracias a esa experiencia, es capaz de fabricar las máquinas en cinco semanas.
Las máquinas LZ-Q1, diseñadas para fabricar mascarillas quirúrgicas, son totalmente automáticas y capaces de producir a un ritmo de entre 100 y 120 unidades al minuto. Para fabricar las mascarillas FFP2 y FFP3, se emplean las máquinas LZ-FFP, capaces de producir entre 40 y 50 unidades por minuto. Ambas líneas son “de fácil manejo, intuitivas y ergonómicas”, según Ander Aranburu, que sucedió en la dirección de la compañía a los hermanos Miguel y Agustín Lazpiur (el primero fue presidente de Confebask entre 2005 y 2011), de modo que representa a la cuarta generación de la empresa.
Para pymes, para diversificar mercados, becas en el extranjero, licitaciones internacionales, subvenciones a fondo perdido para afianzar la exportación, ayudas para implantaciones o formación específica en internacionalización.
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