Hablar de Petronor en Euskadi es hablar de una de las columnas vertebrales de la economía e industria vascas, un referente energético de primer nivel que en estos momentos forma parte del núcleo duro que podría ser sujeto de percibir fondos del plan ‘Next Generation’, con los que la Unión Europea quiere consolidar, modernizar y transformar la economía productiva para no hacerla tan dependiente de China y Estados Unidos. Con más de 2.000 empleados (y otros 5.000 indirectos), 143 millones de euros de beneficio el pasado año y casi 800 millones de euros aportados a la Hacienda de Bizkaia, este gigante energético proyecta la construcción de una revolucionaria planta de hidrógeno en el Puerto de Bilbao, un hito industrial para Euskadi que daría respuesta a la descarbonización que ha planteado Europa sin perder un ápice de competitividad industrial. Su presidente, Emiliano López Atxurra, analizó el presente y el futuro de la compañía en una entrevista concedida a Grupo SPRI.
¿Cómo de preocupado está con la coyuntura económica actual?
La preocupación es significativa pero en esta vida no hay que preocuparse, hay que ocuparse. La pandemia ha acelerado los procesos de recomposición económica, tecnológica e industrial que se habían iniciado en el año 2016 y también ha generado por primera vez una crisis económica global. En consecuencia, y en lo que respecta a Europa, esto ha provocado que se acelere el proceso de renacimiento tecnológico e industrial y que se acorte la progresiva debilidad estratégica en estos términos que estaba teniendo con respecto a China y Estados Unidos.
¿El impacto de la pandemia podría decirse que se ha amortiguado algo en Petronor?
No, no, bajo ningún concepto. La pandemia en estos momentos todavía sigue aquí y se ve por ejemplo en el tráfico aéreo, en la actividad industrial, en la actividad de consumo… El mercado se encuentra inmerso en una cierta parálisis significativa, y a eso hay que añadir un tema fundamental: la pandemia ha adelantado diez años todas las previsiones que había de transformación industrial y de estructura económica para 2030. En este contexto, e inmersos en un proceso de tanta revolución, lógicamente las circunstancias no son las óptimas para una empresa como la nuestra ni para ninguna otra.
Al parecer, Euskadi va a fiar buena parte de su recuperación en el corto-medio plazo a las ayudas del plan ‘Next Generation’ de la Unión Europea. ¿A usted esto le parece peligroso?
No soy nunca partidario de generar expectativas falsas porque las cosas hay que hacerlas seriamente y nuestro país siempre ha demostrado que hace las cosas bien, con los pies en el suelo. No debemos olvidar que somos un país que ha crecido desde el hambre del futuro y comiendo hierba corta, no hierba larga. Como consecuencia de eso y fruto del esfuerzo y la constancia de que somos un país que no tenemos recursos naturales, pues nos ha tocado siempre buscarnos la vida. Y eso es lo que toca en la situación actual, tenemos que adaptarnos al nuevo escenario.
¿Y eso cómo se hace o por dónde pasa?
Pues como hemos hecho siempre, con mucho esfuerzo, mucha formación, mucha cooperación y, sobre todo, con mucho pragmatismo y generando confianza.
¿Vienen años duros?
Vienen años muy duros. El mundo se está recomponiendo y cuando esto sucede, surgen las incertidumbres e inseguridades, por eso lo que tenemos que saber es adaptarnos a ese nuevo mundo que viene y ocuparse más que preocuparse. Hay que trabajar en serio, es decir, hacer los proyectos técnicamente sólidos, tener una visión estratégica sólida y, una cuestión esencial, tener confianza en nosotros mismos, ser sinceros y no portarnos como nuevos ricos.
Citábamos al comienzo que Petronor proyecta una revolucionaria planta de hidrógeno en el Puerto de Bilbao, un hito industrial para Euskadi que podría dar respuesta a la descarbonización que plantea Europa sin perder un ápice de competitividad industrial. ¿En qué fase se encuentra este proyecto?
En primer lugar permítame que haga un análisis de porqué se lleva a cabo este proyecto que se hace aquí y se implanta en nuestro país por una cuestión geográfica. ¿Por qué? Porque la geografía es muy importante a la hora de del posicionamiento y de la fijación de la estructura económica, y en el caso de Europa mucho más, pues Euskadi es un país europeo. Sin Europa no tenemos futuro. A partir de ahí, somos una región europea en la fachada atlántica, por lo tanto es un espacio de oportunidad estratégica significativa de conexión Continente-Península.
¿Y por qué han decidido poner en valor el hidrógeno?
Porque el horizonte agresivo de descarbonización que maneja la Unión Europea para el 2025 señala claramente que eso va a ser imposible si el portfolio se centra exclusivamente en las renovables y se prescinde además de la energía nuclear. Algo que además resulta contradictorio teniendo en cuenta lo que se está haciendo en China, Estados Unidos e incluso los verdes nórdicos de Suecia, que están abogando por la energía nuclear… Pero Euskadi, como Alemania, ha decidido descartar la variable nuclear y debe dar respuesta a la pregunta de ¿cómo se descarboniza el tejido industrial, la industria química o la siderúrgica para hacerlas competitiva? Nosotros creemos que con el hidrógeno y los combustibles sintéticos. Las renovables tienen su función pero también un problema que es la estacionalidad, de ahí la idea de convertir lo estacional (eólico y solar) en algo estable para garantizar una seguridad energética. Por eso apostamos por el hidrógeno como fuente de energía para la industria.
¿Que este proyecto salga finalmente adelante va a depender de que los fondos de la Unión Europea apuesten por él?
Las empresas tenemos que llevar a cabo las inversiones no en función de los fondos o subvenciones comunitarias. Las inversiones las tenemos que hacer porque la vocación de las empresas es ser competitivas, por lo tanto, este proyecto de la planta de hidrógeno no está hecho en función del plan de recuperación, bajo ningún concepto, sino que antes de que surgiera la propuesta del hidrógeno en España, ya estaba encima de la mesa de Petronor y además ligado al eje estratégico que tiene la Comisión Europea.
¿Qué inversión tendrá?
Si se lleva a cabo aquí, será la mayor inversión industrial de la historia de Euskadi.
Hay quien puede interpretar la llegada de fondos europeos de la UE como un cheque en blanco…
Mucho cuidado con eso. Europa ha generado unos fondos para la recuperación que están captados del mercado y hay que devolverlos, no son ningún cheque en blanco, de modo que deben tener rentabilidad. Si nos pensamos que los fondos van a ser el oxígeno necesario para que todo siga como antes, nos estamos equivocando.
En el contexto de la transición energética y teniendo en cuenta que Europa ha renunciado a las nucleares, ¿no hay otro camino que renovarse y apostar por un mix entre hidrógeno, energías renovables y gas?
No por una simple y sencilla razón. Si nosotros queremos mantener los actuales estándares de bienestar que hemos tenido en las últimas décadas, la actividad industrial es absolutamente esencial. Quien piense que vamos a seguir manteniendo esos estándares de bienestar actuales sin base industrial, o es un cínico o es un ignorante.
En el ámbito laboral, la conflictividad es noticia en Euskadi con demasiada frecuencia. Si bien aún no se manejan datos de este año, en 2019 se registraron huelgas y movilizaciones como no se veían en las últimas décadas. ¿A qué cree que se debe esta situación?
No me gustaría entrar en ese terreno, pero lo único que sé es que las sociedades industrialmente avanzadas necesitan un marco de cooperación y un marco de confianza y estabilidad, y eso no es un tema que dependa solo de una de las partes sino de todas ellas, que deben actuar con corresponsabilidad y codecisión. A partir de ahí, esto significa que para mí el capital humano es absolutamente determinante. Si no hay un capital humano formado, capaz de desplegar y desarrollar todas las capacidades productivas, no vamos a tener competitividad industrial. Y en ese sentido, también las fuerzas sindicales entienden, o por lo menos así ocurre en el entorno europeo, que deben ser coautores y corresponsables en lo que afecta a la competitividad industrial europea.
¿El endeudamiento de las instituciones es la única alternativa para evitar recortes y revitalizar la economía?
En estos momentos no hablo tanto de endeudamiento sino que prefiero poner una serie de datos encima de la mesa, datos que nos dicen, por ejemplo, que los proyectos de transición energética en Alemania tienen detrás al banco público que se constituyó en este país para proceder a la capitalización y al sostén financiero de la integración de la República Democrática Alemana en la República Federal Alemana. Eso se ha ido transformando hacia el banco de la transición energética. Un segundo dato: los instrumentos que tienen que manejar los principales países de la unión; Francia con su fondo de inversión estratégico, Alemania, como decíamos, con su banco público para la reconstrucción, lo mismo que tienen en Holanda y Dinamarca… Países donde el sector público siempre ha tenido una plataforma que ha aportado solidez y musculatura financiera adecuadas para tener unas posiciones de desarrollo competitivo razonables.
¿Entonces?
Entonces debo decir que el endeudamiento por el endeudamiento no es ni bueno ni malo, está en función de para qué quieres endeudarte. Si quieres endeudarte para hacer un polideportivo, mal asunto. Ahora bien, si quieres endeudarte para tener capacidades formativas en nuestros jóvenes y ser capaz de hacer empresas, con mayúsculas, adelante.
Empresas que no emprendedores…
A mí lo del emprendimiento no me gusta. Me gusta lo de ser empresarios ¿Por qué? Porque este país está hecho con gente que se formó en maestría industrial en la escuela de Éibar, en los centros de Formación de Profesional y de Peritos… Las empresas de este país están hechas por gente así, de modo que si el sector público se tiene que endeudar para facilitar y para poder desarrollar este contexto, sí, para ejercer de banquero, no.
En este punto surge de forma recurrente la duda de quién pagará o debería pagar esa deuda… ¿Convendría una reforma fiscal que aclarara este horizonte?
Yo nunca me asusto cuando se aborda el tema de la reforma fiscal por una simple y sencilla razón, la fiscalidad está ligada a la coherencia, a la responsabilidad y a la competitividad del país, pero hay que saber de qué se está hablando cuando se habla de reformas discales. Primero cabe decir que estamos en un entorno de armonización fiscal europea; en segundo lugar, estamos hablando de que el factor fiscal no es un factor recaudatorio y expropiatorio, sino que se trata de un factor de redistribución y generación de dinámicas económicas para el bienestar de la sociedad. Por lo tanto, hay que saber que el sistema fiscal es un factor estratégico de desarrollo competitivo de un país. A mí fiscalidades y corresponsabilidades como las de Suecia, Dinamarca, Holanda no me asustan absolutamente nada…
Un ingeniero de Algorta, de 35 años, es quien ha desarrollado en el caso de Petronor la planta de hidrógeno del Puerto de Bilbao. Si Euskadi tiene talento y además de notable calidad, ¿porque no fluye como debería o por qué apuesta por salir fuera?
Desde mi responsabilidad como presidente de Petronor, debo poner en valor al capital humano de este país. El que tenemos ahora y el que está fuera también, que también considero nuestro. ¿Y qué significa eso? Que ya no hay distancias geográficas y que lo que hay que hacer es tener proyectos, generosidad para integrar a estos jóvenes y no tener complejos. Y hay otro factor esencial, claro y determinante, y que suele suceder cuando un joven que se han formado en universidades extranjeras de prestigio, algunas veces cuando quiere venir a Euskadi ve cómo el entorno le recibe con los prejuicios de siempre de “¿a qué viene este listillo o listilla?”… Tenemos que ser generosos en este sentido y dar a los jóvenes proyectos atractivos. Y esto lo sé de primera mano porque lo he vivido en Petronor: cuando hay proyectos atractivos la gente pelea y por eso reivindico el papel de nuestros jóvenes. Cuando se les dan oportunidades, ¡qué bien responden!… Hay gente excelente en este país a los que hay que darles vida, nada más.
Para pymes, para diversificar mercados, becas en el extranjero, licitaciones internacionales, subvenciones a fondo perdido para afianzar la exportación, ayudas para implantaciones o formación específica en internacionalización.
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