Hablar de etiquetas en Euskadi es hablar de Biolid Industrias Gráficas, un referente desde hace más de 25 años en un sector con amplia presencia en mercados tan diversos como el siderúrgico, automoción, bebidas o alimentación. Con centros de producción en Zamudio y Basauri, y 65 profesionales en nómina, las etiquetas de esta pyme vasca representan ya el 20% de su capítulo exportador. En estos momentos de incertidumbre, mantiene ritmos de crecimiento de dos dígitos y figura en el Top 30 de fabricantes de etiquetas en el Estado. Guillermo Buces es su director general.
¿Cómo diría que es la etiqueta perfecta?
Es aquella que además de dar la información exigida del producto cumple una serie de funciones de comunicación y marketing que hace que sea un elemento importante para la venta del producto en el que va incorporada. Por supuesto siempre a un precio acorde con lo que el cliente puede o, más bien, quiere pagar, aunque muchas veces te sorprende el grado de exigencia en el coste, cuando la etiqueta tiene una importancia fundamental y representa un valor proporcionalmente muy bajo con respecto al coste total del producto
¿Qué elementos no pueden faltar en su diseño para que resulte exitosa?
Depende mucho del sector en el que estemos trabajando. En el mundo del vino, incluyendo por supuesto el txakoli las cervezas y demás, es muy importante que la etiqueta, además de incorporar un diseño atractivo (les suelo decir a los clientes que la primera botella se la vendo yo, aunque la segunda ya depende de ellos…) esté preparada para resistir las condiciones a las que se somete. Por ejemplo, no es lo mismo un vino blanco que va a estar metido en una cubitera que un tinto que solo va a estar refrigerado. También es importante que el material sea un material agradable al tacto a la vista. Hay un catálogo enorme de tipos de materiales para etiquetas de enología.
¿En la Industria las condiciones son las mismas?
Por otro lado, las exigencias de estas etiquetas no tienen nada que ver con lo que se exigen a las etiquetas, por ejemplo, de una siderurgia como puede ser Sidenor, Tubos reunidos… Un mercado éste en el que estamos muy especializados, pues podría decirse que lo llevamos en nuestro ADN…
¿A qué se refiere?
A que cuando empecé en este negocio con mi padre, el 80% de nuestros clientes eran siderúrgicos, de ahí la especialización que tenemos. En estos casos, las etiquetas tienen que resistir temperaturas muy altas (contamos con materiales que resisten hasta los casi 1000º de temperatura), no se puede romper… Es muy importante tener los conocimientos necesarios tanto de materiales como de la forma más idónea de fabricación para poder dar a los clientes la calidad que necesitan, ni más ni menos. El hecho de trabajar con sectores tan diversos como bodegas, siderurgia o automoción hace que tengamos un conocimiento de materiales muy superior al que tienen otros fabricantes, que normalmente están más enfocados a un solo sector o a muchos menos que nosotros.
Es curioso esto teniendo en cuenta que en las últimas décadas esta industria de la etiqueta no ha crecido mucho…
Aquí tenemos que diferenciar. No podemos relacionar, aunque estamos en el mismo sector de las Artes Gráficas, los fabricantes de etiquetas con, por ejemplo la imprenta comercial. Lo digo con conocimiento de causa, puesto que soy también el presidente de la Asociación de Artes Gráficas de Bizkaia. Nosotros los etiqueteros no nos podemos quejar. Somos un sector que está creciendo a ritmos de dos dígitos y eso no lo puede decir mucha gente. Lo que ha hecho el sector de los fabricantes de etiquetas ha sido ganar mucho en productividad, han salido los sistemas digitales de impresión, sin embargo hay una barrera de entrada muy importante y es el importante valor de las inversiones que hay que llevar a cabo para poder ser competitivos en la calle.
De la pandemia, que a algunos de los sectores con los que trabajan los castigaron con caídas de hasta el 40%, aprendieron que no era conveniente colocar todos los huevos en la misma cesta…
Bueno, en nuestro caso el domingo anterior a confinarnos nos confirmaron que éramos un sector esencial, ya que sin etiquetas no podía salir ningún producto al mercado, y en consecuencia estuvimos trabajando todos los días. En esta línea, una multinacional muy relevante con la que trabajamos nos llamó y nos dijo que su proveedor de etiquetas en el Reino Unido había tenido que cerrar y que nos encargaban a nosotros la fabricación de dichas etiquetas. Estamos hablando de los botes de mahonesa que se consumen en Reino Unido, que multiplica el consumo en España, con lo que nos tuvimos que adaptar y durante cuatro meses estuvimos trabajando 24 horas al día sin parar.
Es de suponer que la facturación no se resintió en tiempo de Pandemia…
El hecho de ser esenciales y de aplicar un protocolo anticovid muy importante nos ha permitido no parar nuestra producción y aunque es cierto que ha habido sectores que han desaparecido del mapa, como puede ser el de la siderúrgica, la automoción o las propias bodegas, ha habido otros cuyo consumo se ha multiplicado (alimentación, productos de limpieza…) y eso ha hecho que no es que no hayamos bajado nuestro nivel de facturación, sino que en 2020 hayamos crecido un 13,14% con respecto al 2019. Creo que nos hemos sabido adaptar bien a las circunstancias adaptando nuestros procesos productivos, incidiendo en la polivalencia de los trabajadores y reubicando recursos donde más eran necesarios.
¿Cuál diría que es la ventaja competitiva de Biolid?
La principal es que somos una empresa que, a pesar de tener ya un tamaño considerable, somos flexibles y nos sabemos adaptar muy bien a las necesidades de nuestros clientes. Además, tenemos un know-how muy importante, motivado por la extensa trayectoria que tenemos en el sector y por la multitud de sectores que tocamos. Si a todo esto le añadimos una política de inversiones relevante (este año tan complicado hemos invertido ya un millón de euros en maquinaria) y un equipo humano muy bueno, nos convierte en una empresa referente en el sector de los fabricantes de etiquetas. No somos los más grandes, pero sí de los mejores.
Y qué se puede esperar de las etiquetas en el futuro…
Por mi parte lo primero que espero es que se siga etiquetando todo y mucho (risas). Creo que las etiquetas van a pasar a ser un medio de comunicación fundamental con el cliente, mucho más allá que una mera “decoración informativa”. Ya están en el mercado y estamos trabajando las llamas etiquetas inteligentes, que son etiquetas que incorporan un chip al que se le puede incorporar información para que a través de un simple móvil, te puede servir como canal de venta. Hemos realizado también etiquetas que incorporaban realidad virtual, esto es, enfocando una etiqueta con el móvil, se te abría por ejemplo un vídeo del cliente (en este caso, bodega). Creo que es un sector de futuro, con muchas innovaciones por delante, pendiente de una reestructuración importante pero con el riesgo de pasar a terceras manos que pueden deslocalizar los centros de decisión en incluso llegar a llevarse las producciones a otros lugares de fuera de Euskadi.
Para pymes, para diversificar mercados, becas en el extranjero, licitaciones internacionales, subvenciones a fondo perdido para afianzar la exportación, ayudas para implantaciones o formación específica en internacionalización.
Te interesa ¿verdad?